miércoles, 22 de marzo de 2017

Lo mío es mío y lo tuyo también


A lo largo de los años un sentimiento se ha ido forjando en los corazones de los europeos, asociado al patriotismo y al amor de lo que es de uno. 


El nacionalismo, esa extraña palabra  que tiene más profundidad de la que a simple vista es perceptible. Una palabra, un sentimiento que a lo largo de los años ha ido adquiriendo fuerza y significado para gran parte de los europeos y que ha hecho cambiar el rumbo político de algunas naciones.
Éste culmina su presencia en el momento en el que uno siente que sus territorios están en peligro, en el que uno se da cuenta de que podrían caer en manos de los que ahora se consideran enemigos.
Sin embargo ese celo que tienen los europeos ahora metido en el fondo de sus almas hace que se intente evitar a toda costa el mínimo cambio en la integridad de lo que siempre se consideró como propio, llevándolo todo al terreno político.
Un ejemplo claro de ello es la pelea franco-alemana por los territorios de Alsacia y Lorena. El hecho de que estos se encontraran en manos alemanas alimentó el nacionalismo entre los franceses, que intentaban a toda costa su rescate. Algo que consiguieron, no sin antes hacerle frente a una reivindicativa Alemania. Pues nada más acabar la Gran Guerra, Francia tenía entre sus manos estos territorios, no sin la ayuda de sus aliados.
Alemania aún habiendo acabado siendo la perdedora, no hizo para nada fácil que se le arrebatara de sus garras estos territorios, pues en su momento inició una gran política de “germanización” de la lengua y la cultura de Alsacia y Lorena.

Aunque este no es más que un ejemplo de los muchos enfrentamientos que se han dado a lo largo de la historia entre potencias impulsadas por el incansable sentimiento nacionalista.

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